
Weapons es la nueva película escrita y dirigida por Zach Cregger, quien previamente sorprendió con el filme de terror Barbarian en 2022. Esta nueva propuesta se ha convertido en una de mis favoritas del año: no solo es una extraordinaria película de horror, sino también un ejemplo de cine astuto y cuidadosamente construido. Presenta personajes, situaciones y reglas sin recurrir a la exposición explícita. No subestima al espectador, sino que confía en que sea este quien conecte las piezas. Hay jumpscares y algunas escenas de violencia gráfica, por lo que los más sensibles deben estar advertidos. Sin embargo, lo mejor es entrar a esta experiencia sin preconcepciones ni expectativas. Por eso no me ofenderé si decides dejar de leer a partir de aquí.
La trama revuelve alrededor de un pueblo pequeño en Pensilvania, donde todos los niños de una misma clase —excepto uno— desaparecen misteriosamente la misma noche y a la misma hora. A partir de este hecho perturbador, el pueblo entero se ve obligado a preguntarse quién o qué está detrás de la desaparición. La historia se desarrolla en segmentos, cada uno contado desde la perspectiva de un personaje distinto. Con cada mirada, obtenemos una comprensión más profunda de sus vidas, de las decisiones que toman y de cómo esas elecciones repercuten en los demás. El elenco, en su totalidad, está en un nivel excepcional. Cada intérprete da vida a personajes profundamente defectuosos que, por acción o por omisión, terminan causando dolor a sí mismos y a los demás. Los únicos seres verdaderamente inocentes en este relato son los niños.
Y ahí radica el punto central de la película. Weapons no es sermoneadora ni plantea una fábula moral obvia sobre los defectos de la vida contemporánea. Es más ambigua y abierta a interpretación. En mi caso, la entendí como una reflexión sobre el enorme daño que estamos causando a la generación Alfa (aquellos nacidos entre 2010 y 2024). Somos demasiado indiferentes al sufrimiento mental que infligimos a estas mentes jóvenes: el exceso de internet y pantallas, el consumo de contenidos vacíos, la decadencia del sistema educativo en Estados Unidos, y —sobre todo— la tragedia recurrente de los tiroteos escolares. Es difícil escapar a la fuerza de las imágenes: un aula vacía, una escuela cerrada bajo investigación, estudiantes reacomodados para un número reducido de estudiantes. Padres furiosos exigiendo respuestas para problemas que apenas comprenden, buscando culpables en todos lados menos en ellos mismos. Y cuando se toman medidas, llega demasiado tarde. El daño irreparable ya está hecho.
En conclusión, Weapons es una experiencia intensa, perturbadora y de gran inteligencia narrativa. Una de esas películas que se quedan en la mente mucho después de terminada, y que exige un espectador dispuesto a reflexionar. Si no eres aprensivo con el terror ni con la violencia gráfica, la recomiendo con entusiasmo absoluto. Para mí, es de lo mejor que el cine de 2025 tiene para ofrecer.